Eres demasiado sensible.
Es mejor no pensar tanto.
Olvídalo.
Superarlo.
Para qué remover la mierda.
Es lo que hay.
La vida es así.
Te lo tomas todo demasiado a pecho.
A mí no me afectan esas cosas.
No pienso en ello.
Cosas que escuchamos y nos decimos para sobrevivir en un mundo de desconexión emocional.
Claro que el cuerpo no puede con todo este silencio y empieza a doler. Primero suave, luego no nos deja dormir bien, luego sube el volumen…y ya la cosa se vuelve insostenible.
Alcohol, drogas, sexo, compras, meditación, espiritualidad…nada acaba de funcionar para conseguir mantener ese silencio dentro.
Puede que discretamente busquemos ayuda fuera y nos encontremos atrapados en una estructura que nos mantendrá allí, desconectados. Una estructura que se alimenta, se enriquece, de nuestro sufrimiento. Un sistema sanitario que atiende nuestros síntomas, la cola del león y que nos mantiene así desconectadas de su origen.
Pero no podemos, no todas podemos, y ese silencio compartido que nos deja tan solas duele aún más que la verdad.