Si ahora fuera una mujer joven
-¿Quedamos mañana? Tengo ganas de verte.
-ufff lo intento pero voy a tope,no tengo tiempo ni para respirar.
¿Os suena? Así vamos, rápido, tenemos mucho que hacer, vamos a tope, otro café que aún me queda toda la tarde por delante, no llego…
Y así, un día, otro día, inundados de estrés, un veneno ya de sobra estudiado pero aún poco mirado a la cara de verdad. Sabemos que el estrés está detrás de muchas enfermedades.
Pero ‘ir a tope’ se ha convertido en un valor social.
¡Es una superwoman!
Pues no, no lo somos y va un día y algo nos descoloca ese orden tan prieto de acciones encadenadas y saltamos.
Puede que gritemos a nuestros hijos como nunca hubiéramos deseado hacer, puede que aparezca esa jaqueca que no se va con nada o ese dolor de espalda o ese ardor de estómago y con él esa falta de chispa vital. Un filtro gris y negativo que no deja que disfrutemos de nada. Porque nos hemos vaciado de tal manera que se nos ha olvidado con qué llenábamos esa botellita interna que contiene nuestra esencia, lo que somos de verdad.
A veces el día a día se convierte en un muelle, un filamento lleno de acciones en círculo apretadas unas contra otras. ¿Y si estirásemos el muelle? un poquito nada más, dejándo un poco de aire entre cada vuelta. Cada giro cobraría visibilidad, podríamos ver dónde empieza y dónde acaba cada vuelta. Sin miedo a romperlo, solo un poquito.
Dejándo espacio para observar, para observarnos.
Dando un lugar a lo que está sucediendo dentro y no tanto fuera de mí.
Alfabetizándonos emocionalmente.
Sintiendo, nombrando, expresando y avanzando.
Porque la salida es hacia dentro.