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Por qué trabajar con los padres y las madres

Cuando empecé a adentrarme en el mundo de la crianza y la educación consciente durante un tiempo me sentía muy molesta al oír siempre mensajes destinados a las madres o a los padres.

Me abatía observar como el niño/a quedaba totalmente ensombrecido detrás de tanto discurso y me parecía un apéndice más del tremendo adultismo en el que como sociedad estamos sumergidos.

Me recuerdo quejándome en un seminario sobre lactancia materna de que apenas se había escuchado nada a cerca de los bebés, de sus necesidades.

Con el tiempo he conocido a muchos papás y a muchas mamás, he escuchado mucho.

Y tras escuchar y escuchar y escuchar, a veces con el corazón y las entrañas encogidas, me he dado cuenta de que tras todos, todos los mensajes que me llegan, hay MIEDO.

Me he dado cuenta de que las personas tratan mal, cuando se encuentran mal.

Y de que mi propósito final de que los niños puedan vivir infancias más saludables emocional y físicamente solo puedo abordarlo ayudando a sus padres encontrarse mejor consigo mismos.

He notado como repitiendo, haciéndoles notar los daños que acarrean esas conductas, lo que implica para sus hijos esas palabras, esos actos, todavía se sienten peor y más frustrados/as.

Y eso implica mayor malestar, más culpa, más presión y más desconexión.

Con eso no digo que la información sea innecesaria, es muy necesario seguir dando información a cerca de lo que supone un vínculo afectivo seguro, de lo fundamentales que son los primeros años de vida, de lo primordial de la prevención de la salud emocional y física de los niños como seres humanos plenos de derecho.

Como personas completas y plenamente capacitadas para desarrollarse si no intervenimos demasiado y les dejamos ser.

Si confiamos.

Con esto quiero decir que nos convertimos en padres y madres estando tremendamente carenciados, y que desde ahí funcionamos de la mejor manera que podemos, a veces una manera terriblemente dañina, repitiendo nuestras propias heridas.

Me he dado cuenta de que los niños reflejan todo eso que los padres llevamos dentro.

Es un regalo que nos hace la vida para que podamos avanzar.

Y que por mucho que los padres y madres entiendan e intenten practicar lo que aprenden, si no lo interiorizan, si no se lo dan a sí mismos, sus hijos siguen reflejándolo.

Y creamos una falsa ilusión de que estamos haciendo las cosas diferentes, y sí, son algo diferentes pero solo en la superficie.

Seguimos necesitando el control, seguimos desconfiando, seguimos luchando por el poder.

Seguimos en el fondo en el mismo lugar pero con distinto disfráz.

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